Entonces ese gusto, esa sensación agradable se empieza a convertir en ansia. Te pones nervioso, el corazón se acelera. Lo necesitas. Te llama en tu mente. Quieres llegar a casa cuanto antes para continuar donde lo habías dejado. Quieres más y más. Se te van las horas, empiezas a dedicarle todo tu tiempo, te encanta y no puedes parar, te resulta física y psicológicamente imposible, estás ansioso a todas horas, te cuesta pensar en otra cosa…
Ya no es ansia, es necesidad. Tu cuerpo, tu mente… Tú mismo empiezas a pedírtelo, a exigírtelo. Lo necesitas como si se tratase del respirar, lo necesitas como si de verdad dependieses de ello… Empiezas a darte cuenta de que el tiempo sin eso se hace interminable, te cuesta no pensar en ello… Ya no se limita a tu ámbito personal, empieza también en el profesional, empieza cuando estás con tus amigos, tu familia, en clase, en el trabajo… Siempre lo quieres. Siempre.
Aquello que empezó de ese modo se tiñe del color de lo obsesivo. Ya no puedes vivir sin ello, ya no puedes sobrevivir sin tu dosis. No solo lo necesitas, sino que lo quieres solo para ti. Te obsesionas y te vuelves egoísta, muestras constante recelo, muestras que no quieres que nadie más toque lo que es tuyo. Te arrastras, y necesitas que tu tiempo sea exclusivamente para ello del mismo modo en que necesitas que todo ello sea para ti. Quieres más y que los demás tengan menos.
Finalmente notas que no puedes tenerlo. Te das cuenta de que es físicamente imposible. Sabes que no es solo para ti. Pero eso no es lo peor, lo peor es saber que siempre habrá un momento en que no lo tengas. Unos segundos ya te parecen demasiado tiempo. El corazón se acelera, lo necesitas cuanto antes. Tu sangre bombea y tu pulso se dispara. Joder, lo necesito... Lo buscas, lo echas de menos, sientes que te falta algo dentro, te sientes medio vacío y no sabes cómo rellenar esa parte que te falta sin que sea exclusivamente con eso. Y en ese momento te das cuenta: Tienes un mono de cojones.
¿Qué haces? Puedes intentar desengancharte, pasarlo putas una temporada e intentar quitarlo de tu vida. También puedes recaer, seguir viviendo dependiente a causa de eso pero creer que vives algo más feliz…
Bien, ¿y si te digo que tú eres mi droga? Sí, tú eres esa droga de la que no dejo de escribir, la que necesito a todo momento y la que hace que me sienta jodidamente bien cuando la tengo y terriblemente mal cuando no estás. ¿Qué hago contigo? Te necesito en mi vida, te necesito las veinticuatro horas de un modo que raya lo enfermizo. ¿Merece la pena? Oh, sí, claro que lo hace. Me haces sentir tan bien… Siento una necesidad tan grande… Esa es mi droga, y voy a tener este terrible mono hasta que pueda rozar tu cuello con mis labios.